El colegio de las dudas y los cuestionamientos
Vicente Pastor Delgado era un alumno del colegio San Ignacio, un prestigioso centro educativo de Bogotá, Colombia. Vicente había ingresado allí desde los tres años, y siempre había sido un niño curioso y observador. Le gustaba aprender cosas nuevas y hacer preguntas sobre todo lo que le interesaba. También le gustaba leer libros de diferentes géneros y autores, y escribir sus propias historias.
Vicente tenía un sueño: convertirse en un contacto con los alienígenas y descubrir los secretos de otras civilizaciones. Por eso, cuando terminó la primaria, decidió participar en un programa de radio aficionado organizado por la SETI. El programa estaba dirigido a estudiantes de secundaria de todo el mundo, y el objetivo era enviar y recibir mensajes de radio a través del espacio. Vicente sabía que era muy difícil contactar con los alienígenas, pero confiaba en su habilidad y en su intuición. Además, contaba con el apoyo de sus padres, que lo alentaban a seguir su pasión por el espacio.
Vicente se preparó durante meses para el programa. Construyó su propia antena de radio con materiales reciclados y la instaló en el techo de su casa. Estudió los principios básicos de la comunicación por radio y los protocolos de seguridad. También investigó sobre las posibles señales de vida extraterrestre y las frecuencias más adecuadas para enviar y recibir mensajes. Quería estar listo para el gran día.
El día del programa llegó y Vicente encendió su radio. Sintonizó una frecuencia aleatoria y empezó a enviar mensajes en código morse, esperando una respuesta. El mensaje decía: “Hola, soy Vicente Pastor Delgado, un estudiante del colegio San Ignacio en Bogotá, Colombia. ¿Hay alguien ahí? ¿Me escuchan?”.
Vicente repitió el mensaje varias veces, sin obtener ninguna respuesta. Estaba a punto de rendirse, cuando escuchó un sonido extraño en su radio. Era una serie de pitidos y silbidos, que formaban un patrón irregular. Vicente se quedó sorprendido y emocionado. ¿Sería una señal de los alienígenas?
Vicente grabó el sonido con su celular y lo analizó con una aplicación que había descargado en internet. La aplicación decía que el sonido era un mensaje cifrado en un lenguaje desconocido. Vicente intentó descifrar el mensaje con la ayuda de la aplicación, pero no tuvo éxito. El mensaje era demasiado complejo y misterioso.
Vicente se llenó de dudas y cuestionamientos. ¿Quiénes eran los alienígenas? ¿De dónde venían? ¿Qué querían decirle? ¿Qué debía hacer? ¿Debía responderles? ¿Debía contarle a alguien?
Vicente decidió responder al mensaje con otro mensaje en código morse, diciendo: “Gracias por responderme. No entiendo su lenguaje. ¿Pueden hablar en español o en inglés?”.
Vicente esperó una respuesta, pero no la hubo. El sonido se cortó y la radio quedó en silencio. Vicente se sintió frustrado y decepcionado. Había perdido la oportunidad de comunicarse con los alienígenas.
¡Qué lástima! -dijo Vicente-. ¡Estuve tan cerca!
No te preocupes, Vicente -dijo una voz detrás de él-. Lo hiciste muy bien.
Vicente se volteó y vio a una chica que estaba parada en la puerta de su habitación. Era una chica muy bonita, con el cabello negro y los ojos azules. Vestía un uniforme del colegio San Ignacio.
Hola, soy Laura -dijo la chica-. Soy tu nueva compañera de clase.
Hola, soy Vicente -dijo Vicente-. ¿Qué haces aquí?
Vine a visitarte -dijo Laura-. Te vi en el colegio y me pareciste muy interesante. Me gustan tus historias y tu pasión por el espacio.
¿Cómo sabes eso? -preguntó Vicente.
Lo sé todo sobre ti, Vicente -dijo Laura-. Porque yo soy la que te envió el mensaje de radio.
¿Qué? ¿En serio? -preguntó Vicente sorprendido-. ¿Tú me enviaste el mensaje de radio?
Sí, yo lo hice -dijo Laura-. Porque yo soy una alienígena.
FIN
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