Hace algunos años, regrese a Japón para asistir a un importante evento de literatura en Tokio. Como escritor, estaba emocionado por la oportunidad de conocer a otros escritores y hablar sobre nuestro oficio en un ambiente internacional.
Pero a pesar de mi emoción por el evento, lo que más me preocupaba era dejar atrás a mi perro Max. A Max le encantaba correr por el parque y explorar nuevos lugares, y no quería que se sintiera solo en casa mientras yo estaba lejos. Sin embargo, gracias a mi blog recién creado, pude compartir mis experiencias de viaje con él y mis lectores.
Durante mi estancia en Japón, encontré muchas cosas interesantes para compartir en mi blog, pero también descubrí algo inesperado: la obsesión de los japoneses por los perros. Dondequiera que fuera, siempre había alguien con un perro a su lado, y había parques para perros en cada esquina. Me di cuenta de que Max hubiera disfrutado mucho en este ambiente.
Un día, mientras caminaba por el parque, vi a un hombre mayor con su perro, un golden retriever llamado Kaito. Me acerqué a él para saludarlo y le pregunté sobre el perro. El hombre me dijo que Kaito era su compañero fiel desde hace muchos años,
y que nunca viajaba sin él. Me conmovió su devoción por su perro y sentí que tenía algo en común con él.
A partir de ese día, me aseguré de pasar tiempo en los parques para perros en mi tiempo libre, donde Max hubiera amado correr y jugar con otros perros. Tomé fotos y escribí sobre mi experiencia en mi blog, y mis lectores apreciaron mucho el contenido sobre la cultura canina japonesa.
Al final del viaje, me di cuenta de que Max había estado conmigo todo el tiempo, a través de mi blog y mis recuerdos. Y aunque extrañaba a mi perro, sentía que había hecho algo importante al compartir mi amor por los perros con mis lectores y con los amantes de los perros en Japón.
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